Lima, Peru. La cuarentena está suponiendo una enorme prueba piloto del mundo digital y un laboratorio práctico de lo que muchos gurús anunciaron en las décadas precedentes. Pero la prueba piloto puede haber llegado para quedarse.
Twitter anunció a sus empleados que pueden seguir trabajando desde sus casas si así lo desean y alrededor de un 80% de ellos están interesados en ir a la oficina solo eventualmente. Facebook y Google han hecho anuncios similares, mientras que empresas como Barclays o JP Morgan Chase, Morgan Stanley y Nielsen han anunciado que sus empleados no volverán a sus oficinas de la manera como trabajaban antes y que los amplios espacios que ocupaban, por ejemplo, en Nueva York, se convertirán a corto plazo en lugares a los que los trabajadores van solo 1 o 2 veces por semana para asistir a reuniones.
Lo anterior puede suponer impactos ambientales muy positivos, una disminución en los costos de las empresas y un aumento de la productividad de los trabajadores, y puede, también, cambiar las ciudades tal y como las conocemos. Las ciudades son, entre otras cosas, ecosistemas económicos y alrededor de esos lugares de trabajo, esas grandes sedes corporativas, esos conglomerados de oficinas, existe un conjunto de comercios y servicios que dependen de su interrelación con esos trabajadores, como los cafés, restaurantes, librerías, venta de productos al paso. Igualmente, el cambio de paradigma del trabajo supone también cambios respecto a los flujos en el transporte público y los recursos que requiere para su sostenibilidad.
Asimismo, es previsible que las empresas requieran una menor cantidad de metros de oficina, disminuyendo los precios de alquiler y los impuestos que recaudan los gobiernos municipales. Por ejemplo, en una ciudad como Nueva York, el impuesto inmobiliario a las oficinas supone un tercio del ingreso total del gobierno local, ingreso que permite financiar la seguridad ciudadana, la limpieza de calles y espacios públicos, el mantenimiento de parques y jardines y la promoción de opciones de transporte alternativo, como la bicicleta comunitaria.
Trabajadores y empresas parecen ver con buenos ojos estos cambios, según las primeras encuestas. Las grandes empresas inmobiliarias, que pudieran verse muy afectadas por estos cambios, han reaccionado optimistas sin embargo, bien porque alegan que las nuevas oficinas requerirán más metros cuadrados por empleado cuando pasemos del distanciamiento social al distanciamiento profesional, o bien porque apuestan a que nuevas empresas pequeñas ocuparan esos espacios que dejen vacantes las grandes empresas.
En cualquier caso, este cambio que se avecina en la forma de trabajar seguramente modificará mucho del funcionamiento de las ciudades como las conocemos y, como todo cambio, supone retos y oportunidades.