Lima, Peru.
En estos meses de pandemia se ha lanzado en París una idea, presentada como novedosa: la ciudad de los 15 minutos. La propuesta del investigador Carlos Moreno debe su nombre al supuesto de que deberíamos cubrir todas nuestras necesidades cotidianas en un rango de viaje de 15 minutos desde nuestra vivienda. Para ello apunta a priorizar el tránsito no motorizado al interior de cada sector, trasladar el tránsito de paso a las vías externas, reutilizar el espacio de las calles que se le quita a los automóviles para la generación de espacios públicos, promoviendo el comercio local y haciendo uso intensivo de del equipamiento urbano (escuelas, centros comunitarios, etc) preexistente.
Paralelamente a la propuesta anterior, también se le ha dado mucha difusión en estos meses a lo planteado por Salvador Rueda en Barcelona, las supermanzanas, que proponen la intervención de sectores de aproximadamente 400 x 400 metros en los cuales se restringe el tránsito vehicular en las vías interiores, el tránsito de paso se traslada a las vías periféricas, el espacio ganado a los vehículos se reasigna como espacio público para la circulación peatonal o de bicicletas, así como áreas recreacionales o de descanso.
Como ven, hay muchas similitudes entre las dos propuestas estrella de la reconversión urbana para enfrentar los tiempos postpandemia, eso que mucha gente está llamando “la nueva realidad”.
La realidad ciertamente es nueva aunque estas ideas definitivamente no lo son. Ya lo decía Gaudí: si quieres ser original debes ir a los orígenes.
Lo planteado tanto en París como en Barcelona son intentos de reciclar, con matices, ideas ya planteadas varias veces a lo largo del siglo pasado y que fueron parte importante del fundamento de la propuesta urbana del movimiento moderno, con su expectativa de orden y funcionalidad.
Podemos llamarlo Supermanzana o ciudad de los 15 minutos, pero en realidad estamos hablando de variantes con la misma raíz conceptual de propuestas previas, como la que Sert y Le Corbusier incluyeron en 1932 en el Plan Maciá para Barcelona o como las que Villanueva abordó en la reurbanización de El Silencio en Venezuela en los años 40s o en la urbanización 23 de enero de Caracas en la década siguiente, como la que Lucio Costa planteó en Brasilia en los años 50s o se propuso para el Residencial San Felipe en Lima en los años 60s.
La utopía de la unidad vecinal ha vuelto, quizás nunca se fue, esperaremos a ver si novedades como el teletrabajo pueden hacer que su implantación logre esta vez resultados diferentes a los del siglo pasado.
El interesante artículo por Gonzalo Tovar, del pasado 31 de Agosto, reúne los argumentos de mayor validez para preservar los centros urbanos tradicionales, frente a la dispersión producida por medidas que favorecen el crecimiento de los denominados suburbios. Al logro de este importante objetivo, el artículo aboga por una de las medidas exitosas en diferentes ciudades: reducir los riesgos del tránsito vehicular, responsable anualmente por más de un millón de fallecidos en los erróneamente llamados accidentes, a pesar de que podrían haberse previsto y evitados. También fortalecer los centros urbanos consolidados y no los centros comerciales periféricos, asegura el acceso a bienes y servicios, por parte de residentes de menor movilidad, preserva la vitalidad de sitios de interés histórico y cultural y favorece la generación de nuevos espacios recreacionales.