Lima, Peru.
Muchos de los análisis que se leen en estos días sobre los cambios asociados a este 2020 se centran en la vivienda. Ahora pasamos -y pasaremos- más horas allí y cumple -y cumplirá- nuevas funciones, integrando en muchos casos la escuela, la oficina, el gimnasio, el consultorio médico y el restaurante, entre otras funciones de nuestra vida urbana.
Pero mientras se habla de la vivienda del futuro, en este lado del mundo, millones de personas no tienen acceso a una vivienda ni siquiera con las funcionalidades del pasado. En 2019 el Ministerio de Vivienda del Perú estimaba en 1.6 millones el déficit del país. En Venezuela la Cámara de la Construcción estimaba el déficit nacional para 2018 en 2.5 millones. En México, la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de la Vivienda estimaba para 2019 un déficit de 9.2 millones, mientras en Brasil la Fundación Getulio Vargas calculaba para ese mismo año un déficit de 7.8 millones.
Frente a la ausencia de vivienda con condiciones mínimas, otras “sofisticaciones”, como el acceso a internet , herramienta indispensable para la nueva realidad a la cual, por ejemplo, solo 40% de los hogares en Perú tiene acceso y en Venezuela tiene las velocidades más bajas del continente, parecen menos urgentes.
Históricamente, los gobiernos de la región centraron sus esfuerzos respecto a las familias más pobres en hacerse de la vista gorda ante la urbanización informal, intentando aplicar -en el mejor de los casos- una suerte de planificación a posteriori, en un intento, la mayoría de las veces fracasado, de convertir asentamientos informales en urbanizaciones populares. Para familias de ingresos medios, los gobiernos hicieron esfuerzos, en algunos países incluso esfuerzos relevantes, para construir vivienda a precios accesibles, aunque muchas veces en localizaciones periféricas, alejados de las fuentes de empleo. También se ha trabajado, y mucho, para generar mecanismos que faciliten el acceso al financiamiento tanto de oferentes y demandantes, con el fin de permitir a un número mayor de familias acceder al mercado formal de la vivienda.
Sin embargo, los resultados de décadas de políticas de vivienda están a la vista. La vivienda es un problema crónico de la región, directamente asociado a la pobreza. Mientras no se disminuya esta última poco podrá avanzarse en generar los hogares de ese nuevo futuro del cual se habla en estos días.