La responsabilidad de ser libres

La Rioja, España.

España ha entrado de lleno a lo que se está llamando la segunda ola por covid – 19. Si bien es cierto que el perfil de los contagiados corresponde en su mayoría a personas jóvenes y asintomáticas, también es cierto que las hospitalizaciones no dejan de aumentar día a día, lo que lleva irremediablemente al aumento de fallidos que superan ya los 29.000 según datos oficiales.

El 21 de junio finalizó el estado de alarma que comenzaba el 14 de marzo. Tres largos meses en los que los españoles, al igual que en otros países, nos  enfrentamos a un modo de vida insólito y completamente desconocido. En pleno siglo XXI se estaban aplicando estrategias propias de la edad media para retener al nuevo coronavirus que ahora sabemos, ha venido para quedarse.

El fin del estado de alarma, junto con los rumores de que el virus no sería tan contagioso en los meses estivales ha provocado que la situación que se esperaba vivir en octubre la estemos sufriendo ya a finales de agosto.  En este punto hay opiniones para todos los gustos, desde los negacionistas que aseguran que el virus no existe, hasta quienes siguen prácticamente autoconfinados por temor al virus, pasando por todas las opciones intermedias.

Las medidas tomadas por los gobiernos bajo la premisa de contener el virus para así evitar el colapso de los hospitales está creando que muchos ciudadanos sientan que se están violando sus derechos individuales de libre movilidad, de elegir el uso o no de mascarilla o de frecuentar ciertos espacios, entre otros. Consideran que los gobiernos están ganando terreno a los ciudadanos imponiendo unas normas que en condiciones normales nadie acataría.

Sin embargo, son pocos los que se paran a pensar en la gran responsabilidad que conlleva la libertad. Ser libre es un acto de máxima responsabilidad hacia uno mismo primero, y hacia los demás después. No obstante, parece que algunos confunden la libertad con la autocomplaciencia. Sin mirar por el bien propio, y mucho menos por el del prójimo, cayendo una y otra vez en el cortoplacismo y sin pensar en las severas consecuencias que sus actos pueden causar a su yo futuro y a su entorno.

Ojala que la responsabilidad personal de cada uno de nosotros estuviese a la altura de la libertad que anhelamos, sin pretender delegar en los gobiernos lo indelegable y asumiendo la responsabilidad individual de ser LIBRES.

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