Lima, Perú.
A las ciudades se les puede medir a través de muchos indicadores: densidades, precios, grados, metros cuadrados, toneladas o decibeles, entre otros. A este último respecto, el sonido es una de sus características, intrínsecas a la combinación de aglomeración y zonas poco ocupadas.
El ruido de los autos al pasar, el claquetear de los trenes, el eco de la acumulación de personas en la calle, la música que sale de un local nocturno, las risas a las afueras de un colegio, las ramas de los árboles movidas por el viento, los gritos en una cancha de futbolito, los pájaros que cantan en el parque, el sonido de la radio que escapa por la ventana de un auto en la calle. Muchas veces todo a la vez o como la banda sonora de una secuencia de hechos que podemos experimentar en minutos caminando cerca de nuestra casa o trabajo.
Con la llegada de la nueva realidad del trabajo en casa y la drástica disminución de las actividades en las calles, muchas ciudades en el mundo están experimentando un cambio que pudiera pasar desapercibido: el cambio en los patrones de sonido ambiental.
Recientemente experimentamos como, luego de 8 meses con diferentes niveles de cuarentena, los sonidos en algunas zonas de Lima son drásticamente diferentes a los acostumbrados hasta comienzos de este año. Un estudio de la Universidad Católica ha estimado una disminución de más de un 30% de la contaminación sónica de algunas zonas de Lima.
Indicadores similares se han observado en varias ciudades de Estados Unidos. En Nueva York se calcula una disminución del ruido en espacios públicos superior al 25%, mientras en San Francisco la revista digital Citylab reseña como algunos investigadores señalan que, ante la disminución del ruido urbano, se escuchan hasta 4 veces más, en intensidad y distancia recorrida por el sonido, el canto de los pájaros.
¿Cuán permanentes serán estos cambios? Algunas dimensiones de esta nueva realidad se agradecen, otras se echan de menos. Es una oportunidad para restablecer nuestra relación con la naturaleza, pero tenemos el reto de encontrar un balance con otras cosas que son intrínsecas de la vida urbana. Por ejemplo, la industria de conciertos y lugares de música en vivo es una de las más afectadas en el mundo por esta epidemia.
Como en la letra de esa vieja canción compuesta por Paul Simon hace más de 50 años, “los sonidos del silencio”, en estas ciudades silentes del 2020 se están escribiendo canciones que nadie está cantando.