Toluca, Mexico.
La migración del campo a la ciudad es un fenómeno largamente sostenido, que promete una concentración de la población humana en las ciudades en niveles mayores al 68% en los próximos 30 años[i]. ¿Cómo enfrentaremos el hacinamiento urbano, cuando las ciudades modernas ya están al borde de la parálisis en la situación actual?
“Ningún problema puede ser resuelto con el mismo nivel de consciencia que se creó.”
Frase atribuida a Albert Einstein.
La frase es genial, no importa quién la dijo y aplica a la perfección. Las ciudades modernas padecen de las consecuencias del paradigma de la prosperidad de los siglos XIX y XX. El consumismo, el derroche de energía y la hipermovilidad, son sólo tres de los aspectos característicos de mayor impacto en el equilibrio ambiental del hábitat humano, en el planeta Tierra. Cada uno, un problema monumental, además está asociado a los otros en un sistema vicioso de depredación ambiental que nos ha llevado al cambio climático, la contaminación y al inminente agotamiento de recursos naturales (no renovables) antes abundantes.
Pero las cosas han cambiado, lo que era próspero y factible en los albores de la revolución industrial, doscientos años después ya no lo es. La industrialización y sus consecuencias: el consumismo, el derroche energético y la hipermovilidad, ahora distribuidos por todo el mundo y practicado por miles de millones de personas en números crecientes, han llevado al planeta al límite de sus capacidades de recuperación cíclica, poniendo en riesgo las condiciones vitales para muchas especies incluyendo al ser humano.
Luego entonces, nos enfrentamos a la solución de problemas para el sostenimiento de nuestros hábitos de vida, además de la creciente integración de nuevas masas de demandantes que justamente esperan lo mismo. Pero no encontraremos soluciones bajo las mismas pretensiones que nos trajeron a la crisis, ni con la tecnología, ni con la política. No se puede pretender marginar a los desposeídos del progreso, ni habrá inteligencia artificial que logre meter más autos donde ya no caben, sean eléctricos, autónomos o como sean.
Al final nos vemos enfrentados a lo inminente, debemos cambiar nuestro paradigma del progreso a uno factible y sostenible en el siglo XXI. ¿Es esto un retroceso? De ninguna manera.
No hay virtud en la miserable vida que nos da pasar horas y felices días perdidos en el tránsito citadino, tampoco en la interminable carrera tras la zanahoria de tener todo lo que hay para comprar, ni en la estúpida práctica de refrigerar nuestras casas y vehículos a 15 grados C en verano y calentarlos a 30 grados C en invierno.
En este orden de ideas imagino una comunidad urbana factible, aquella en que los individuos no se vean forzados a lanzarse al tráfico en horas pico, ni a viajar para adquirir los insumos necesarios en casa, una comunidad donde tienes amigos en otros barrios, en otras ciudades y países, pero también convives con tu vecino de enfrente y conoces a todos los de la cuadra, de los que algunos son tus proveedores o clientes, junto a otros cientos de miembros del mismo barrio. La tecnología promete la libertad de alcanzar lo lejano sin moverte, sea por la compra por internet, sea por la educación a distancia, sea por el teletrabajo. Una tecnología que te da la libertad de moverte cuando te conviene, informado del costo de esos desplazamientos y que hará de tu hábitat algo más natural en paisajes y de escala humana en distancias, en vez de la estéril infraestructura para la hipermovilidad de unos cuantos. El barrio-ciudad es desde mi visión, el paradigma de la urbanización del siglo XXI, la unidad funcional de las ciudades por venir.
EL LLAMADO A LA ACCIÓN:
Asumir la antimovilidad como hábito, racionalizando nuestros desplazamientos y revalorando el goce del espacio en la cercanía, para adaptarnos oportunamente a la realidad del nuevo siglo.
[i] https://www.un.org/development/desa/en/news/population/2018-revision-of-world-urbanization-prospects.html