Toluca, México. Con justa razón se exige disculpas al buleador.
Yo pido perdón porque una persona que regularmente “sigo”, como se dice en los medios electrónicos, ha hecho del bullying su forma de lograr presencia y, como cualquier otro buleador, continuamente rebasa los límites de la broma para adentrarse en la humillación, el menosprecio, el abuso, la ignominia.
Perdón, porque personas inocentes y vulnerables, son continuamente abusadas para satisfacer los propósitos del buleador y sufren el estigma que cruelmente impone.
Insisto en pedir perdón humildemente, porque desgraciadamente este personaje me representa, y cada vez con menor recato se da la libertad de bulear por igual a las mujeres violentadas, a quienes con su esfuerzo han logrado algún grado de éxito económico, a los que son víctimas del crimen, a los que con justificada ambición de logro emprenden una iniciativa propia, a quienes ejercen profesionalmente la medicina, a los que en su momento ocuparon el lugar que ahora ocupa, la lista es tan vasta y variada, que parece incluir a todo aquel que voluntaria o circunstancialmente le representa algún grado de contraposición por cualquier causa, cierta o imaginaria.
Pido perdón porque el buleador que me representa, como alguna vez sucediera a los alemanes del siglo pasado, como en la Venezuela y Norteamérica contemporáneas, en su infinita soberbia, con profundo resentimiento y prejuicios, pretendiendo ser la grandeza de su país se ha convertido en la vergüenza de la nación.