Toluca, Mexico.
El proceso de revocación de mandato en curso en México es un proceso viciado de origen, desarrollado de forma mañosa y confusa desde el gobierno, violando no sólo las leyes del país, sino también las leyes de la lógica y el sentido común. De hecho constituye, aún antes de su consumación, la derrota moral de López Obrador, una derrota autoimpuesta por el único actor político de peso en el país.
“El éxito sin honor es el mayor de los fracasos”.
Vicente del Bosque, entrenador campeón mundialista español.
El honor es un concepto moral difícil de especificar, pero generalmente se asume como la actitud producto de la integridad, la congruencia, la verdad ante la adversidad, representa la capacidad de sacrificio personal a causas más elevadas asociadas a la convivencia social, como la honradez, la disciplina y la lealtad. El tramposo, aquel que sin el menor escrúpulo viola las reglas que exige a los demás, el mentiroso, capaz de decir lo que sea por alejado que se encuentre de sus auténticas pretensiones, el incongruente, aquel que acomoda sus principios a las circunstancias, son la antítesis de la honorabilidad y la definición del amoral. En su pervertida concepción de las relaciones sociales, el amoral no otorga derecho ni valor al otro; todo y cualquier cosa será justificada por la intensión personal en el momento, sin recatos de trayectoria, vínculos, reglas o compromisos. La única acción predecible del amoral, es que actuará a su conveniencia sin consideraciones de ningún tipo.
El proceso de encumbramiento del amoral es difícil, el amoral comienza enamorando adeptos, utiliza su sensibilidad para desentrañar los sueños y frustraciones de los demás y ofrece lo que sea para lograr la filiación de adeptos, cuyo número crecerá en la medida de su “éxito”. Pero el amoral es un tirano, acapara el poder para controlar su entorno, pues no puede ofrecer mayor incentivo para la obediencia que el terror y exige obediencia ciega a las “causas” prometidas, lo que implica obediencia ciega a su persona. Para el amoral no existen reglas ni instituciones, el amoral es el centro de universo y divide el resto de la existencia en dos bandos: conmigo y contra mí.
Al promover un proceso de revocación de mandato desde el poder, López Obrador atenta contra la lógica más elemental, es tal vez el indicio más claro de la pérdida de la cordura del mandatario ante las embriagantes mieles del poder y el seguimiento estúpido de las formas de otros mandatarios a quienes evidentemente admira. Sorprende a todos imponiéndose tremendo gasto y desgaste para lograr un proceso mínimamente ilustrativo de su supuesta popularidad, lo que le pone en riesgo de evidenciar lo contrario. Para promoverlo, López a hecho uso descarado de recursos públicos, misma política que exige a sus seguidores en puestos de poder, violando flagrantemente la ley y con ello condenándose y condenando a sus compinches a un triunfo por sobrevivencia. Forzando a todos a delinquir, la única forma de evitar una consecuencia será mantenerse en el poder.
Sin ninguna necesidad, ha puesto toda la carne al asador en una apuesta poco segura comprometiendo el futuro en el momento más débil de su ejercicio. Y no es que tenga riesgo de ser destituido por esta revocación de mandato, el riesgo es poner en evidencia el desgaste de sus promesas fascinantes pero irreales, el desgaste de sus excusas que se alimentaron el rencor pero se muestran inútiles ante la falta de resultados concretos.
El proceso de revocación de mandato en curso es tan sucio, que nadie querrá quedar asociado a este como un triunfo, pues en realidad es vergonzoso. Será una conquista pírrica, acompañada de evidentes fracasos en todos los aspectos relevantes de la conducción del país y por esto afirmo que es ya la derrota moral de López Obrador, incapaz de lograr nada de lo prometido, incapaz de mantener el curso de las cosas, responsable de la desgracia de México en el siglo XXI.
Tienes el poder para hacerlo todo, pero no sabes hacer nada de provecho, qué triste fin a tantos años de ambición y lucha.