CDMX, Mexico.
Malí, país africano ubicado en la parte central de África occidental, fue una colonia francesa desde finales del siglo XIX y se independizó en 1960. Después de conseguir su independencia sus habitantes sufrieron una dictadura por 23 años hasta que en 1992 tienen su primera elección democrática. Malí, un país pobre, como una democracia muy joven que es, de manera permanente, es tierra fértil para un golpe de Estado.
El día 19 de agosto del año en curso, Malí precisamente sufrió su segundo golpe de Estado en menos de 8 años, el primero en el año 2012 y el segundo el que acabo de mencionar. De hecho, el actual presidente depuesto gana las elecciones presidenciales del año 2013, justo resultado del primer golpe de Estado. En una especie de Golpe de Estado inacabado, Malí amaneció con los militares en el poder.
Las reacciones de la comunidad internacional no se hicieron esperar, de hecho, la Unión Europea casi de manera inmediata condenó el golpe, haciendo referencia entre otras cosas a que esto podría generar inestabilidad en la región. Cabe acotar, que no hay que olvidar que la mayoría de la población maliense practica el islam y que existen grupos ortodoxos y radicales que efectivamente podrían aprovechar la coyuntura para dar un asalto hacia el poder. Esto por supuesto no solo sería grave para los malienses en materia de derechos humanos, sino efectivamente como lo señaló el presidente del Consejo Europeo, para toda la región y para la seguridad global de la comunidad internacional.
En América Latina y África hay una tendencia casi irremediable a esperar que los caudillos y líderes populistas, algunos de ellos muy corruptos, saquen adelante a un país por sí solos, como si de deidades se tratara, la gente espera que estos líderes traigan los remedios mágicos para acabar con todos los males de sus sociedades.
Sin duda los pueblos deben autodeterminarse, y son los pueblos a través de las instituciones y organizaciones los que deberían gobernar de acuerdo con los principios fundamentales de la democracia, ahora bien, si los gobiernos no están funcionando, la misma democracia ha creado cauces institucionales para reemplazarlos, aunque estos sean muy poco efectivos.
Tomar el poder por la fuerza de las armas es tan reprochable como la ingenua esperanza de los pueblos de creer que los líderes son todo poderosos.
Vendrá un nuevo líder (dictador o “democrático) en Malí que prometerá miles de cosas y cumplirá unas cuantas, o casi ninguna. Pero la democracia en Malí como en África entera no evolucionará mientras que las creencias en deidades no terminen de morir.