LA DESTRUCCIÓN DEL CONSUMIDOR

Hablando de beneficios, las unidades económicas del capitalismo sólo reconocen el valor del dinero, y el camino de su éxito lo pavimentan acaparando estos beneficios con lo que llaman productividad. Pero la productividad capitalista está destruyendo los cimientos de su prosperidad y la sustentabilidad del sistema económico.

 

“No hay nada tan inútil como hacer con gran eficiencia algo que no debería haberse hecho en absoluto.”

Peter F. Drucker, académico y consultor de negocios.

Desde el renacimiento a la Ilustración, la sociedad humana puso en contradicción la doctrina de fe y la estructura de castas, bases del sistema monárquico, contra las ideas de ciencia, igualdad y derechos civiles. Ideas que derivaron en una mayor distribución del poder económico y la tenencia de la tierra, generando una eventual crisis de escasez de tierras para el autoconsumo ante el crecimiento demográfico. No fue sino hasta la Revolución Industrial que la crisis a causa de la sobrepoblación fue superada, como virtud del modelo de empleo industrial, que permitiera una más eficiente producción, un ingreso de supervivencia y la concentración urbana de los desterrados, quienes pasaron a formar la masa trabajadora, base del desarrollo del consumismo.

Muchos años la creciente industrialización generó los empleos que potenciaron a los consumidores de un creciente número de productos, mismos que demandaron aún más productos en un círculo virtuoso de progreso económico y social. Las leyes de mercado fueron estudiadas y se generaron controles para evitar la natural degradación del sistema a monopolios, mediante la intervención reguladora del estado.

Pero con la transnacionalización de los negocios, al superar las empresas el poder regulador de los estados, la naturaleza implacable de la economía “orgánica” ha vuelto a imponer sus reglas, causando una extrema concentración de la riqueza, quebrando los cimientos de la estabilidad social.

A lo anterior se suma nuevamente la sobrepoblación, cuyos elevados niveles de consumo rebasan la capacidad de restauración de la naturaleza, agregando a la crisis social: la contaminación, el consecuente cambio climático y el inminente agotamiento de recursos naturales, antes aparentemente infinitos, elementos todos de una crisis ambiental.

Si bien la sobrepoblación ha venido siendo combatida desde mediados del siglo pasado, aún queda un siglo de crecimiento poblacional por delante, cuya declinación también traerá complicaciones como el envejecimiento de las mayorías, que serán prácticamente improductivas y dependientes, con su demanda particular de pensiones y servicios.

El principal problema es que a estas crisis ahora se suma la acelerada automatización de la producción y los servicios, que desplaza cada vez más personas del empleo y que golpeará el corazón del sistema. Porque los robots y los sistemas de inteligencia artificial pueden hacer casi todo lo que los trabajadores humanos, incluso mejor y sin fatiga, pero nunca podrán sustituir la mayor de sus contribuciones al sistema, la compra de sus productos.

De nada servirá poder producir con gran eficiencia casi cualquier cosa, de no haber quien la consuma y pague por ello, pues al acaparar los beneficios y automatizar sus procesos, el capitalismo destruye el circulo virtuoso de su prosperidad, destruye el empleo y con ello destruye la capacidad de compra, generando la crisis económica.

En este escenario de crisis social, económica y ambiental, la humanidad se enfrenta a un auténtico riesgo de extinción, debido a la enorme inercia del sistema. Para enfrentarla serán necesarias nuevas revoluciones en la producción, la organización social, las aspiraciones de consumo y la distribución de la riqueza.

 

Para la indispensable racionalización económica, es necesario:

  • Primero) volver a poner los intereses comunitarios controlando la naturaleza económica, establecer autoridades políticas sobre las empresas transnacionales, a modo de redirigir la formidable automaticidad del sistema capitalista en la dirección del bienestar de la comunidad. Tal vez reformando el sistema fiscal para distribuir la riqueza y el de propiedad intelectual, protegiendo y estimulando la competencia; seguramente integrando los costos ambientales y sociales al costo de los productos, corrigiendo el valor de las cosas; además de evitar la natural evolución económica hacia el monopolio.

 

  • Segundo) transformar el sistema productivo lineal (extracción, transformación, uso y desecho) a un modelo circular de maximización del reciclaje y desecho controlado, que garantice el equilibrio ambiental del ecosistema terrestre.

 

  • Tercero) reeducar a la población sobre el sentido y consecuencia de sus esfuerzos de prosperidad, hacia modos de vida materialmente más frugales y la exaltación de valores como el desarrollo personal, la solidaridad, la tolerancia y la participación comunitaria.

 

“Del éxito en esta tarea depende nuestra supervivencia”

Compartir en:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *