CDMX, Mexico.
La Organización de las Naciones Unidas declaró el día 9 de diciembre como el día internacional contra la corrupción.
De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, la corrupción es: “En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”
El dinero y el poder son elementos que imperan en nuestras sociedades y que han permeado como fines más que como medios para alcanzar determinadas cosas. Respecto al dinero obtener cosas materiales, respecto al poder para transformar e imponer voluntades altamente cuestionadas, pero ¿Qué pasa cuando el poder y el dinero se convierten en fines?: la corrupción es la reina del juego social y los que pagan son los poco privilegiados.
Desde el año de 1993 la Organización internacional no gubernamental, Transparencia Internacional comenzó su trayectoria con el objetivo de visibilizar el problema de la corrupción en el mundo. Es así como está organización, que ya es un referente en el mundo, comienza a evaluar la percepción de la corrupción a nivel internacional. Aunque ya desde su fundación se comenzaron a hacer índices de percepción de la corrupción no es hasta el año 2002 cuando se crea el primer índice global de percepción de la corrupción en el que se encuestan a personas de 180 países con el objetivo de determinar qué tanta corrupción perciben, esto con el objetivo último de tomar medidas en contra de esta.
La corrupción es un mal endémico con sus matices entre regiones y particularmente países. La región de américa latina cobra especial relevancia porque es la región que desde mi punto de vista representa el estancamiento entre el desarrollo y el atraso histórico, a causa de, entre otras cosas, la corrupción como una mala costumbre casi irremediable, incrustada en la cultura, los miedos y las perversidades de una comunidad a medio hacer, en cuanto a las identidades nacionales se refiere.
En el último índice de percepción de la corrupción, 2019, Transparencia Internacional sitúa a la cabeza, como países con menos percepción de la corrupción a: Dinamarca, Nueva Zelanda y Finlandia, situando a un solo país, Singapur, dentro los primeros 6 lugares. Mientras que, en la cola, de los países con percepción con mayor corrupción están: Corea del Norte, Yemen, Sudán, Sudán del Sur, Somalia y Siria.
En cuanto a México, es el número 130 de los 180 países evaluados, de una escala del 0 al 100, México obtiene una puntuación de 29, por lo que estaría reprobado, por otro lado, México también es el peor evaluado de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Aunque respecto al 2018 México mejora, se mantiene al lado de países africanos como Mali o Guinea.
Esto lo señalo porque me parece importante recalcar las diferencias tan abismales que tiene México respecto a sus instituciones, desarrollo económico y político, que no se comparan con la mayoría de los países africanos, pero sí que se encuentra cerca de países con altos índices de percepción de la corrupción. Paradoja que se repite en todos los países de la región.
Los retos en materia anticorrupción son muy grandes, pero como siempre reflexiono, el problema y su solución no solo está en los gobernantes, también los ciudadanos somos responsables de alimentar o no, al monstruo de la corrupción. Reflexionemos y sobre todo actuemos en consecuencia.
Ante el fracaso de las instituciones para el control de las corrupción, en una comunidad cuya ética se ciñe a los caprichos de la ambición materialista, mi opinión es:
“El combate a la corrupción solo podrá darse con un sistema de auto-representación (por naturaleza incorruptible) y la institucionalización de la toma de decisiones basada en la ciencia y en los objetivos de la comunidad expresados a través de la sociedad civil organizada.”
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