CDMX, Mexico.
El 11 de septiembre del año 2001 recuerdo que estaba en una antigua cafetería en México donde tenían una televisión a blanco y negro y donde mirábamos las noticias respecto al ataque terrorista contra las torres gemelas de Nueva York. Primero dijeron que un avión se había estrellado contra una de las torres, cuando minutos después se estrellaba un segundo avión.
Días después se descubrió que el plan había sido desarrollado y ejecutado por una célula terrorista liderada por un señor llamado Bin Laden y, que este se encontraba escondido en Afganistán. Esa fue la primera vez que yo escuché el nombre de este país, y por supuesto de los Talibanes y de la guerra ruso-afgana, etc.
En octubre de ese mismo año Estados Unidos bajo el concepto de “autodefensa” y ante la negativa de los afganos de entregar a bin Laden, invadió Afganistán y comenzaría una guerra en “contra” del régimen talibán que terminaría por fracasar casi 20 años después ante la retirada del ejército norteamericano de aquel país. Aunque cumplirían con su objetivo de matar a Osama bin Laden
Sin embargo, y contrario a lo que la mayoría de los comentócratas señalan, primero, no me parece que Estados Unidos perdiera la guerra en Afganistán, la perdieron los afganos y sobre todo las afganas que volverán a los años 80 o incluso antes en donde el islam, interpretado por hombres de carne y hueso, seguramente tenderán al machismo clásico de algunos países musulmanes. Segundo, los norteamericanos emplearon el pretexto de Bin Laden para invadir un país, geoestratégicamente bien situado, con recursos naturales y sobre todo para mantener viva parte de su economía clásica de guerra.
Estados Unidos aproximadamente gastó 800 mil millones de dólares en la Guerra de Afganistán, desplegaron no solo personal, sino que también les dio tiempo de probar sus armas letales como drones y las nuevas tecnologías de guerra, campo en el que los norteamericanos mantienen su hegemonía.
El objetivo de los norteamericanos nunca fue salvar a los afganos de los talibanes, tampoco implantar un mundo libre y democrático. La realidad es que fue el pretexto perfecto para, insisto, gastar dinero en armamento, desarrollar nueva tecnología armamentista y por supuesto obtener beneficios respecto a los recursos naturales.
En más de una ocasión he señalado que el pragmatismo norteamericano es lineal y constante. Y aunque los valores norteamericanos de libertad y democracia efectivamente son aplicados por ellos, el detalle es que son aplicados solo dentro de sus fronteras, lo demás son intereses.
El doble discurso de los críticos norteamericanos es poco comprensible, por un lado, siempre señalan a Estados Unidos como el imperialista e invasor de países, y ahora se atreven a señalar una responsabilidad por parte del gobierno norteamericano por dejar a su suerte al pueblo afgano, entonces ¿en qué quedamos?
¿Qué sustituye, desde mi punto de vista, la economía de guerra en Afganistán, motivo por el que se han retirado?: la pandemia y la industria farmacéutica. Si uno reflexiona con profundidad, la pandemia no es más que un fenómeno que también representa una economía de guerra: hay millones de enemigos esparcidos por la tierra, hay gente muriendo, hay derroche de recursos en investigación: vacunas, fármacos etc., se vende el antídoto a los países del mundo, hubo escases, bajaron los precios del petróleo y un largo etc.
Son solo suposiciones mías, pero no se puede perder una guerra cuando la guerra nunca fue realmente contra los talibanes.