ERROR DE IMPRENTA, ¿INTENCIONADO O INOCENTE?

Talavera de la Reina, Toledo-España.

Cuando dios creo el mundo y dictó toda una serie de normas para que el hombre respetara sus designios, no hubo nadie para pasar al papel sus palabras; el lápiz, invento del diablo, apareció en la tierra larguísimos años después.

Solamente Adán oyó su voz tronando imperativa por todos los rincones del paraíso; ni siquiera Eva, que como todos sabemos, vino después para remediar la soledad del divino efebo.

Pero llegó un día entre los días en que iluminados por una audaz paloma, los amanuenses y copistas se impusieron la tarea de inmortalizar las normas poniéndolas por escrito. Pero como suele pasar con estas cosas, y sobre todo si el demonio anda por medio, cometieron un grave error en la transcripción y culparon a Eva de haber inducido a Adán a comer de la fruta del árbol prohibido estigmatizando así a todas las mujeres que habrían de venir.

Dios, no sabemos bien por qué razón, hizo la vista gorda y lo dejó pasar sabiendo como sabía que había sido Eva la que había parado los pies a la serpiente. Quizás la misoginia le proporcionaba la excusa perfecta para justificar, ante otros hipotéticos dioses, el habernos expulsado del paraíso.

No podemos cambiar ni reescribir la historia pero sí reinterpretar las leyendas que sirvieron de excusa a tantos atropellos.

 

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