A Coruña, España.
En un encuentro virtual celebrado recientemente desde Minerva Hispano se lanzó la misma pregunta. En esa charla, mi colega Irene Lumbreras y servidora coincidíamos en las premisas que nos ayudarán a afrontar el desafío de la crisis sanitaria y de lo que venga después. Una de estas premisas es la de centrarse en aquellos aspectos que podemos manejar. Al hilo de la cuestión planteada, interesa abogar a nuestra responsabilidad individual para lograr que esta pandemia nos haga mejores.
Cada persona tenemos un círculo de influencia, donde dejamos nuestra huella y donde tenemos la capacidad para manejar y gestionar las cuestiones que dependen de nosotros mismos. Resumo los aspectos que entran en este círculo en uno: nuestra actitud frente a las distintas situaciones.
Cuando damos relevancia a la actitud personal en cada situación, estamos incidiendo en la parte que nosotros podemos manejar, y nos permite afrontarla de forma más eficaz. De hecho, estamos asumiendo nuestra parte de responsabilidad.
Un ejemplo: ante un atasco descomunal en la carretera, puedo tomar la actitud de desesperación, dejando que la ansiedad y el enfado me dominen, o bien puedo tomar una actitud más constructiva, buscando mi emisora de radio favorita, centrándome en la música y avisando de mi posible retraso, mientras tomo aire y respiro.
Al focalizarnos en los aspectos sobre los que tenemos capacidad de acción, aumenta la percepción de autoeficacia, sentimos que las riendas de la vida las llevamos nosotros, y eso hace aumentar la confianza personal y nos hace más proactivos. En definitiva, nos ayuda a mejorar.
Con frecuencia no somos conscientes de nuestra gran responsabilidad individual, quizá porque resulta más cómodo diluirnos en ese constructo que llamamos sociedad y que nos sirve de excusa para no asumir lo que nos toca. La capacidad de influencia y de motivación que cada persona tenemos es significativa. Y abarca a las personas con las que nos relacionamos: desde la familia o el equipo de trabajo, hasta el grupo de pádel de todas las semanas, las amistades o aquellas personas con las que tratamos en el supermercado.
De cada quien depende que esa influencia sea positiva, constructiva y prosocial.