Querétaro, Mexico.
El confinamiento obligado de estos tiempos lleva a explorar nuevos títulos en las plataformas de steaming. Recientemente Netflix publicó un documental de investigación bajo el título “Escándalos millonarios: India” (Bad Boy Billionaires: India), el cual aborda la historia de importantes empresarios de la India, su vertiginoso crecimiento, los excesos del éxito; codicia y ambición desmedida que terminaron en escándalos mediáticos envueltos en tráfico de influencias, fraude y corrupción.
La serie cuenta la historia de tres magnates caídos en desgracia: Vijay Mallya, fundador de la primera aerolínea de bajo costo Kingfisher Airlines y propietario de la escudería de F1 Force India acusado de lavado de dinero desviación de recursos; Nirav Modi, emprendedor joyero que logra la primera marca de super lujo india, culpado de defraudación bancaría, lavado de dinero y estafa en el mercado de diamantes; finalmente, Subrata Roy, imputado de embaucar a inversores en un esquema piramidal.
Al ver la serie más de uno llegará a la conclusión de que se trata de un claro ejemplo de ambición empresarial y tráfico de influencias que genera “la mafia del poder” en un país con grandes contrastes socioeconómicos, como México.
Sin embargo, propongo que el hilo conductor de las historias no es (solo) la ambición y codicia de tres empresarios, sino la rampante corrupción de una banca nacionalizada pobremente administrada, carente de controles institucionales y con una total opacidad que genera un “caldo de cultivo” idóneo para el tráfico de influencias entre industriales sin escrúpulos y funcionarios públicos pobremente compensados en la banca nacional india.
Cuando la India obtuvo la independencia en 1947 los principales bancos del país eran privados, lo que fue motivo de preocupación para el gobierno ya que la gente en las zonas rurales dependía fuertemente de prestamistas ante la falta de interés de la banca privada por este segmento.
Para resolver el problema, el gobierno decidió nacionalizar los bancos y “alinear” servicios financieros con las necesidades del país, resultando en un sistema bancario estatizado y un administrador ineficiente, generador de valor subóptimo con implicaciones estructurales negativas para el desarrollo de la India hasta la época actual.
El sector público no debe estar dirigiendo bancos comerciales, ni recursos que están mejor siendo fideicomitidos. El gobierno tiene que darse cuenta de que no puede dirigir empresas, que la promesa de un gobierno mínimo debe mantenerse para el correcto funcionamiento de los negocios y la industria.
Así como la India renunció a la idea de que los bancos públicos son más virtuosos que los privados en términos de préstamos a los necesitados; el actual gobierno en México debe aceptar la idea de que el gobierno no puede administrar eficientemente todos los aspectos de la economía. Pensar que la administración del presidente López Obrador es técnicamente capaz de tener un mejor manejo que los fideicomisos especializados y sus comités técnicos mostrará su fracaso, solo esperemos que el daño que se genere a México no tome 60 años en revertir sus impactos negativos, como sucedió con el sector bancario de la India.