La nueva subnormalidad

La Rioja, España. Se suspende la Semana Santa, se suspenden las clases, se suspende el contrato de trabajo, se suspende la boda, se suspenden las fiestas patronales… todo parece quedarse en stand by. Nos encontramos en una aparente nueva subnormalidad donde los estándares de libertad, diversión y movilidad parecen estar muy por debajo de lo “normal”.

Volvemos a pecar de superficiales.

Recordemos aquello en lo que más insistía Viktor Frankl de que a las personas se nos puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino. Dicho de otra manera, la situación actual es tan mala como la historia que te cuentes a ti mismo en tu cabeza sobre ella.

Pero todavía hay más. Nuestros genes actuales todavía siguen adaptados para la vida del paleolítico, donde los viajes se hacían a pie, las reuniones eran de pocas personas y las caras nuevas escaseaban. Estamos preparados para esto de forma natural, si escarbamos un poco en nosotros mismos, es fácil darse cuenta de que no es tan duro este parón. Dejando al margen, claro está, las muertes  y el sufrimiento de quienes están batallando con el virus.

Muchos hablan de que estamos reconectando con algo que va más allá de esta pandemia. Que estamos profundizando con las personas de nuestro vecindario aplaudiendo desde los balcones (¿nuestra tribu?), que estamos reconectando con nosotros mismos a todos los niveles, y también, que estamos reconectando con La Tierra, nuestro hogar, que tanto tiempo llevamos maltratando.

Llegados a este punto, la pregunta es… ¿Estamos, actualmente, viviendo una nueva subnormalidad? ¿O recién empezamos a salir de ella?.

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