Suzhou, China. Cuenta la leyenda que algún día el ser humano fue paciente. Que los taxis no llegaban en cinco minutos y que había que salir a buscarlos. Se dice que, en aquellos tiempos, había que leer libros, ir a videotecas y formarse para hacer la compra. En aquel entonces, las personas tenían un superpoder. Si la vida no era más sencilla… ¿A dónde se fue nuestra paciencia?
¿Seis minutos para que llegue el conductor? Cancélalo y pide otro. Seguramente ya no va a venir. No tengo todo el tiempo del mundo…
La tecnología ha hecho nuestras vidas mucho más convenientes. Incluso nos es posible pedir un taxi desde el baño mientras vemos nuestra serie favorita. ¿Cómo es posible que sigamos tan apresurados?
No estamos más ocupados que en aquel entonces. Simplemente nos hemos vuelto impacientes y estamos mal acostumbrados. La impaciencia nos invade cuando Netflix tarda dos minutos en cargar y nos saltamos el intro de todas las películas. En internet, rara vez leemos un artículo completo, especialmente si no está dividido en ¨los diez puntos que tienes que saber¨ sobre cada tema. ¿Llegarás al final de este?
Todo el mundo sabe esperar, pero pocos saben hacerlo pacientemente.
Nuestra sociedad es el resultado de un experimento conocido como “La Caja de Skinner”. Funciona de la siguiente manera: Se pone una rata dentro de una caja con una palanca y un plato de comida. Eventualmente, la rata accionará la palanca sin tener idea de lo que sucede. Entonces, un cubo de azúcar caerá en el plato como consecuencia.
La rata accionará la palanca una y otra vez esperando la recompensa. En algún punto, el cubo de azúcar dejará de ser necesario, pues mientras esté a su alcance, seguirá accionando la palanca y un cubo de azúcar nunca bastará.
Nuestro mundo está lleno de cajas y cubos de azúcar. Presionamos las palancas en el metro, en los semáforos, en las filas y en cada minuto de inactividad. Hace mucho que dejamos de revisar nuestras redes y correos por la satisfacción que nos produce. Lo hacemos para aliviar la comezón que invade al impaciente. Sin embargo, buscamos la cura en el lugar equivocado. Nada que venga de fuera bastará. La cura se encuentra dentro de nosotros, y se llama paciencia.
La paciencia es una virtud, pues quién la posee ha dejado de esperar y ha comenzado a vivir. Siéntate, cállate y espera.