Talavera de la Reina, Toledo-España.
Uno de los temas más recurrentes en la historia de la humanidad, y yo me atrevería a decir que el más importante, ha sido siempre la búsqueda de la felicidad. Ya sea de manera utópica o real, inconsciente o deliberada, la felicidad figura siempre en el objetivo último de nuestra razón de vivir, que no es otro que la realización de eso que llamamos sueños. Pero como todo en la vida y en la naturaleza, también la felicidad lleva en sí misma su contrario, es decir, su negación, su fracaso.
Así pues, ¿de qué mimbres disponemos para poder hacer el cesto? Por un lado una pedagogía interesada que ha hecho de nosotros una colectividad alienada, que ha limitado nuestra capacidad de pensar llevándonos a aceptar las desdichas como si de un imperativo escatológico se tratara en lugar de enseñarnos a reconocer la realidad para entonces poderla combatir. La religión ha sido la principal valedora de esta pedagogía. En este contexto hemos ido acuñando frases como: “Tendrá que ser así”, “siempre hubo ricos y pobres” etc…frases que denotan tanto la resignación como el sometimiento. De esta forma, en lugar de ser felices seremos unos seres resentidos que descargan sus iras y reparten culpas siempre entre los más vulnerables (inmigrantes, gitanos y otros colectivos) equivocando así su objetivo, pues nunca llegarán a ser felices.
La otra vía ya nos la marcaron los antiguos griegos cuando inventaron para nosotros las palabras clave: “eudaimonía”, buen destino, buena suerte y su “logos” o razón en contraposición al mito. También los romanos nos lo fueron adelantando cuando nos decían: “Sapere aude”, atrévete a ser sabio, atrévete a saber y yo digo: atrévete a ser feliz aprendiendo a pensar, a separar el trigo de la paja y a vivir en harmonía con la naturaleza. Siempre existe esa posibilidad y recuerda y pregúntate ¿dónde están los que vivieron antes que nosotros?