Home Office: De Nómadas a Sedentarios a Nómadas

Suzhou, China. Motivado por mi interés en el Yoga, pasé la mayor parte del 2018 en un pueblo playero llamado San Agustinillo. Siendo México, jamás imaginé que pasaría el resto del año hablando inglés, ni que el 90% de mis amigos serían extranjeros. Como yo, la mayoría de ellos estaba ahí para practicar yoga. Algunos estaban de paso, mientras que otros han estado ahí por años. Poco a poco, San Agustinillo se ha convertido en una comunidad internacional, conformada por personas con intereses en común. Personas que viven dónde quieren, no donde deben.

La mayoría son personas retiradas, nómadas digitales y viajeros, pero con la rápida evolución del trabajo a distancia, comunidades como estás podrían empezar a surgir por todas partes, pero esta vez conformadas por el empleado común.

Hoy el mundo se ha visto forzado acelerar la prueba piloto y el “home office” resultó ser todo un éxito. Con ello inicia una nueva era para el trabajador y una reestructuración del mundo como lo conocemos. Ante la posibilidad de trabajar desde cualquier sitio, las grandes ciudades, el tráfico y las rentas impagables irán perdiendo su atractivo. Ya no habrá necesidad de conglomerarse en torno a un edificio o una fábrica. Mientras tanto, nuevas poblaciones surgirán alrededor del mundo, esta vez organizadas en torno a pasatiempos e intereses, y no a trabajo.

La gente que goza de la playa en la playa; la que goza de la montaña en la montaña. Y, para aquellos amantes de la vida ocupada y las ciudades que no duermen, las junglas de concreto. Las comunidades surgirán por todas partes. Pequeñas, o grandes aglomeraciones de personas poblando sitios inimaginables, en los que las personas dejarán de ser ingenieras, profesoras o doctoras, para ser simplemente seres humanos con gustos similares.

Lo he visto antes. San Agustinillo posee un encanto peculiar que solo puede darse cuando la gente ama el lugar en el que vive. Ante la falta de fronteras y la diferencia de culturas, estas comunidades se convierten en incubadoras de cultura, donde surgen nuevas formas de pensar, vestir y comportarse. Aún recuerdo a la gente de San Agustinillo caminando descalza hacia el único establecimiento con conexión estable a internet. Iban rumbo a la oficina y aquella era la norma de etiqueta.

¿Cómo será el mundo cuando el traje y la corbata pasen a ser la excepción?

 

Compartir en:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *