Talavera de la Reina-Toledo, España.
Dicen que la historia la escriben los pueblos, entendiendo por pueblos las gentes que los componen.
Pero ¿cuanto de cierto hay en esa aseveración? Hoy en día prácticamente nada: porque ni como colectividad ni individualmente logramos intervenir en los vaivenes y en los cambios de la historia que son llevados a cabo por manos invisibles que nos llevan y nos traen y nos mantienen en una alienación constante.
Cuentan para ello, además de con un sinfín de medios a su alcance, con nuestra ignorancia y nuestra pasividad tercamente instalada en la resignación: “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
Sin embargo por mucho que nos refugiemos en tradiciones y costumbres dando por buenos los viejos mitos de “pueblo”, “raza”,”sangre”, “casta”, la historia nos seguirá trayendo cambios y esos cambios vendrán a perturbar los órdenes establecidos.
Ahora cabe preguntarse ¿queremos participar en esos cambios o esperamos a que otros decidan y nos lleven donde no queremos? Aquí se nos abre un difícil interrogante: ¿qué queremos, qué debemos y qué podemos hacer para cambiar las cosas? Estas preguntas ni son fáciles ni tienen fácil respuesta.
A lo largo de la historia numerosos han sido los casos en que colectivos de diversa índole y por distintos medios han intentado derribar el orden establecido o simplemente modificarlo; unas veces a través de la lucha armada y otras por la vía pacífica y democrática.
Desde Espartaco hasta Evo Morales pasando por la comuna de París, las revoluciones rusa, china y cubana, el mayo francés, el sinsentido de la guerra del Vietnam, la unidad popular de Salvador Allende, el chavismo, los movimientos de indignados y las primaveras árabes. Todos estos movimientos tienen un denominador común: fueron atacados por tierra mar y aire por intereses imperialistas. Siempre; en todas las épocas.
En la mayoría de los casos eliminados militarmente causando dolor y sufrimiento, imponiendo después dictaduras sangrientas, en otros con bloqueos económicos inhumanos y todo bien adobado con una propaganda basada en insultos despectivos y en mentiras urdidas con la mayor desvergüenza y proclamadas una y mil veces por los medios de comunicación que tan bien controlan.
Nos han instalado en una democracia insulsa, falsa, que no es más que un traje hecho a su medida, una herramienta para mantener sometidos a los pueblos haciéndoles creer que son dueños de sus destinos ¿por votar cada cuatro años?.
No, no son fáciles las preguntas propuestas más arriba porque aunque sabemos que el sistema no funciona, es tal el miedo a perder lo poco que tenemos que vemos a nuestros posibles salvadores como demonios destructores y de esta manera, llevados por la propaganda y los bulos y mentiras, nos autoconvencemos de que lo mejor es lo que tenemos e incluso involucionamos queriendo volver a un pasado del que muchos se sienten tan nostálgicos.
Pero hay algo que no debemos olvidar y es que si un sistema da muestras de fatiga y de agotamiento, una de dos: o lo cambiamos o perecemos con él.
Todo lo que expones es cierto. Una cosa está clara, el cambio siempre viene desde donde quieren las élites, el. Pueblo siempre teme la pérdida, como bien dices y, desde luego, España es tierra de más vale lo malo conocido! Dan ganas de llorar.