Toluca, Mexico.
A pesar de la maravillosa tecnología disponible, a pesar de los avances científicos logrados en el conocimiento y manipulación de la genética, la biotecnología, la farmacología, los medios de diagnóstico, atención de padecimientos de la salud y cientos de especialidades más, la pandemia del COVID-19 ha puesto en evidencia la fragilidad de los sistemas de salud de la comunidad humana.
- Primero, nos ha tomado por sorpresa.
No importa que existieran mecanismos de vigilancia epidemiológica, estrategias de contención, protocolos de acción inmediata; la enfermedad surgió, prosperó y afectó a toda la humanidad inconteniblemente, afectando salud, economía y seguridad, al grado que hay que dar gracias de que no fuera un mal más mortífero con resultados inenarrables.
- Segundo, rebasó la capacidad de respuesta.
Los servicios de salud colapsaron, dejando millones de personas sin atención para el mal principal y para decenas de padecimientos igualmente lacerantes cuyos recursos de atención habituales se concentraron a la emergencia. La situación catastrófica obligó a decidir entre a quienes proporcionar servicios y a quienes dejar morir, ante la escasez de recursos materiales y humanos.
- Tercero, obligó a medidas desesperadas.
El aislamiento prolongado y la imposición del cierre de actividades derivó en el abandono de importantes segmentos de la población a su suerte, teniendo que elegir entre el riesgo de enfermar o el de morir de hambre, causando el abandono de actividades educativas por falta de medios de comunicación, la pérdida de empleos, el cierre definitivo de negocios, incluso la asunción de tareas de toma de decisiones y actividades de imposición de normas, competencia exclusiva de la autoridad de gobierno, por parte de improvisados líderes locales ante el caos.
- Cuarto, es motivo de especulación abusiva.
Farmacéuticas extorsionan a los gobiernos, los gobiernos extorsionan a la población, en una cadena sin escrúpulos de aprovechamiento del poder circunstancial que ofrece la desgracia ajena generalizada.
- Quinto, no se aprecia la salida.
Sí, hay vacunas, vacunas cuyos efectos a largo plazo son desconocidos, ya que utilizan tecnologías inéditas que no han terminado los protocolos de investigación. Vacunas que son un reto formidable a la logística aún en los países más organizados y competentes. Vacunas que representan una carga insostenible a la economía de muchos países, que además son aún muy escasas y tomarán años y vidas para llegar a una disponibilidad universal. Vacunas que incrementan la dependencia de millones de personas hacia quienes las han desarrollado.
- ¿Qué resultará de todo esto?
Es difícil de predecir, pero creo firmemente una cosa, las leyes del mercado no darán solución natural a esta fragilidad, como no la dan en el caso de las armas, como no la dan en el caso de la administración del agua, sólo por mencionar algunos casos.
Se requiere de las más nobles virtudes de la política para lograr soluciones sostenibles y por tanto justas, respetuosas de la naturaleza y realizables económicamente.
Nuestro problema es que no contamos con instituciones capaces de responsabilidades de tal envergadura, que trascienden lo nacional, lo regional o cualquier otro resquicio de individualidad humana, las nuevas instituciones humanas requieren de rango universal (mundial por lo pronto) y serán la esperanza de una nueva era de prosperidad humana en el mundo que el calentamiento global, la desigualdad económica y el COVID-19 nos ha impuesto.