Monterrey, Mexico.
Como conferencista generacional y experto en temas de estoicismo empresarial me he encontrado con jefes que buscan al colaborador perfecto. Me intriga que de la misma forma los altos mandos esperan a este ser que entrega su vida a la empresa, pero recibe una nómina baja y casi no tiene poder de decisión. Una de las razones más comunes para contratarme es para subir las ventas entre las diferentes generaciones. El enfoque es correcto, pero hay algo que se tiene que entender: Subir las ventas, tener empleados productivos y que todo sea bonito en el corporativo cuesta mucho.
Ingrid (Nombre ficticio, pero en un caso de la vida real) entró a trabajar a una empresa y era su primer empleo. Su hora de entrada es a las 9:00 y su hora de salida es a las 17:00. Su labor consiste en colocar los productos y servicios de la compañía en clientes ya existentes. Su trabajo era 50% por teléfono y 50% en línea. En su primer día de trabajo preguntó: ¿Hay algún procedimiento para venderle a nuestros clientes? Su supervisor le dijo que no. Ella entendió que tenía que utilizar los conocimientos que ya traía y que no le iban a enseñar nada nuevo.
Hizo lo que pudo y gracias a sus habilidades sociales empezó a destacar en su trabajo. Con el tiempo Ingrid se convirtió en la mejor vendedora así que sus directores comenzaron a analizar subirla de puesto, pero sin incremento monetario. La promovieron a jefa de departamento. Lo primero que hizo fue hacer un manual de ventas usando su experiencia para que los novatos pudieran aprender a ser productivos desde el principio. Sin embargo, cuando pidió más presupuesto para capacitación le fue negado. Trató de sacar las metas con lo que tenía y al final superó todos los resultados esperados del año.
Ingrid es una mujer muy talentosa pero sus jefes no lo eran. La cultura de la compañía le empezó a quedar pequeña así que renunció. Solamente cuando su carta de renuncia estaba sobre el escritorio le ofrecieron subirle el suelo y mejorar sus prestaciones. Demasiado tarde. Ahora ella trabaja como consultor en un despacho en el cual dan asesorías de procesos de ventas. Gana un sueldo base y comisiones sobre su productividad. Conclusión: muchas veces el colaborador perfecto está en la empresa, pero la actitud de los altos mandos termina saboteando el desarrollo de las personas.