Ourense, España.
¿Qué hago?: ¿Intento justificarme?, ¿Hago como si nada hubiera pasado?, ¿Busco a quién culpar que no sea yo?, ¿Lo acepto y asumo sus consecuencias?…
Hay una frase que dice: “En la vida, lo más fácil, es cometer errores”.
¿Cuántas veces hemos errado en nuestra vida? Innumerables. Aún así, nos cuesta asumirlos. Quizá porque desde la infancia nos han aleccionado a que es malo eso de cometer fallos, incluso nos avergonzaban por ello; o porque se sobrevalora ese concepto de “perfección” que nos esclaviza en cada faceta de la vida.
Otro motivo que puede estar detrás de negar los errores es la creencia de que vamos a perder credibilidad, autoridad o el respeto de las demás personas. La experiencia me dice que, al contrario, cuando tienes en frente a alguien que asume y reconoce un error, por muy relevante que éste sea, se valora la actitud abierta al aprendizaje y que denota una madurez personal que no todos tenemos.
En el ámbito laboral es duro asumir errores que tienen consecuencias graves, como son los errores médicos, o errores que trascienden a cientos de miles de personas, como son los errores en los medios de comunicación.
Personalmente, prefiero a la persona que asume su vulnerabilidad en un momento dado y que intenta crecer a pesar de todo. En la mayoría de los casos, estaremos ante individuos que han demostrado con creces su valía o su fortaleza y habilidad, pero eso no les exime de cometer fallos. La persona que mira para otro lado o que echa “balones fuera” planteando que la responsabilidad del error es de cualquiera, menos de ella misma, resulta poco creíble.
Como compañera de trabajo, también me quedo con la primera, porque la segunda sé que, ante cualquier contratiempo, se desvinculará de lo que tengamos entre manos o eludirá su parte de responsabilidad. Así es difícil el trabajo en equipo.
Todos tenemos derecho a cometer errores, es algo natural y no podemos escapar de ello. Como pasa con las emociones, nos interesa aprender a gestionarlos. Creo que el antídoto para no magnificar los fallos es la asunción de los mismos y las disculpas sinceras. Con ellas demostramos reconocimiento hacia aquellxs que se han visto afectados por nuestras faltas y damos la oportunidad de que confíen en nuestra autenticidad, aunque sea imperfecta.
Reconocer nuestros errores, lejos de parecerme una debilidad, lo considero una fortaleza.
Nos conecta, a mi por lo menos, con la persona auténtica, de verdad, que aspiro a ser. Alejada de egos y orgullo que no me benefician en nada.