Suzhou, China. Tras la reciente cancelación del programa de Chumel Torres en HBO, la palabra censura inevitablemente se ha convertido en tema de conversación. Viviendo en un país comunista, donde la censura es el pan de cada día, decidí comentar el tema con la gente local. Esto es lo que piensan:
“China es un país en vías de desarrollo y necesita estabilidad social. Si un grupo de personas rema contracorriente, el barco nacional solo girará sobre su propio eje.”
China como unidad.
Sería difícil para un occidental entender la cultura grupal que aquí se vive. Los chinos se ven a sí mismos como miembros de una tripulación que, no solo debe remar conjuntamente, sino que debe remar en la misma dirección. Piensan que Una nación dividida es una nación sin dirección, y que no hay nada más divisorio que la información irresponsable.
Sobreinformación = Desinformación
El problema, piensan, no es la información, sino la sobreinformación. De nada sirve estar informados cuando no se sabe qué creer. Tampoco son los expertos. El mundo siempre los ha tenido, siempre contradiciéndose entre sí. Sin embargo, gracias a la exposición ilimitada en redes irrestrictas, han surgido expertos generadores de contenido sin calificaciones ni moral, cuyo único propósito es generar audiencia sin importar las consecuencias. Pero, las consecuencias existen y se amplifican debido al poder de las redes. Pueden arruinar desde una vida hasta un país, especialmente uno que apenas se levanta. Y, es precisamente así cómo ven los chinos a su país; un país que va a la alza, pero que aún tiene camino por recorrer. Un país que necesita fundamentos sólidos y cooperación en vez de héroes disfrazados de críticos sociales.
La información es el arma más poderosa del ser humano y los chinos la tratan como tal. Saben que en las manos equivocadas genera odio y división. Creen que debe existir un órgano regulador que les encamina en una dirección: siempre hacia adelante. Y ¿Quién mejor para hacerlo que el gobierno en el que tanto confían?
Es este el punto a destacar: los chinos confían en su gobierno como resultado de la información que consumen, pero es el gobierno mismo quien la provee. Real o ficticio, el contenido les provoca adoración por el lugar en el que viven. Por lo tanto, están dispuestos a ceder en lo individual para progresar en lo grupal.
Los resultados son evidentes. La calidad de vida va a la alza junto con el optimismo ciudadano. El futuro político-social aún está en el aire, pero aún me falta conocer a algún local deseoso de abandonar el barco nacional. Si me lo preguntan, yo tampoco tengo planes de saltar. Aún…