Lima, Perú.
En el 2021 se cumplen 50 años de 1971. Matemática simple. Lo importante tal vez sea que 50 años es tiempo suficiente para ver las cosas en perspectiva y observar cuánto del brillo inicial ha sobrevivido con mayor entereza al paso del tiempo, que suele ser un juez severo.
Muchas cosas pasaron ese año, eran tiempos revueltos, dicen los libros de historia.
El mundo venía de una década muy movida y comenzaba otra en medio de crisis de todo tipo. Muchas esperanzas que florecieron en la postguerra se habían desvanecido hacía tiempo. El presente era complicado y por eso Lennon pedía ese año que imagináramos un mundo diferente.
Mientras en España se cantaba aquel verano cuando calienta el sol aquí en la playa e Isabel Presley copaba portadas de revistas de corazón junto a Julio Iglesias (ya hacía mucho cantaba Gardel que 20 años no son nada y visto lo visto, para algunas cosas 50 tampoco), el dólar estadounidense abandonaba el patrón oro generando devaluaciones en distintos rincones de la tierra, la OPEP comenzaba a fijar unilateralmente el precio del petróleo, las mujeres suizas recién accedían al derecho al voto, en Egipto se inauguraba la presa de Asuán mientras Amín se hacía con el poder en Uganda y en Bolivia se daba un nuevo – uno de tantos -golpes de Estado, mientras las nacionalizaciones del cobre y la banca en Chile alimentaban un proceso que terminaría violentamente dos años después.
Los estudiantes en Venezuela, México y otros países de la región realizaban protestas, algunas con resultados sangrientos, como la llamada matanza de los halcones, mientras en España el régimen de Franco vivía sus últimos años. Quizás por eso cantaba Jeannette ese año Soy Rebelde porque el mundo me hizo así, mientras El Santo seguía luchando contra las momias en México y los Led Zeppelin pedían escaleras para subir al cielo, todo con tal de salir de aquella realidad donde Vietnam, los procesos coloniales no resueltos, las crisis económicas y las tensiones entre los bloques comunistas y capitalistas eran el pan de cada día.
En ese contexto apareció una de las obras capitales de la música popular en español, Mediterráneo: Un disco complejo, denso, sentimental y universal, al cual el tiempo no ha hecho más que confirmar lo que se apreció en 1971. Estaba hecho para trascender.
Joan Manuel Serrat, quien ya para entonces era muy popular en América Latina, donde se repetía antes de 1971 y se sigue repitiendo 50 años después el verso de Machado que dice que “se hace camino al andar”, publicó en 1971 ese disco – con la producción y arreglos de Juan Carlos Calderón y Gian Piero Reverberi – donde en 10 canciones de su autoría (en una de ellas, Vencidos, la letra es de León Felipe) canta a su mar, a las pequeñas cosas que esperan detrás de la puerta, a la mujer que quiere, al pueblo del cual los muertos no pueden salir, al tío que pasó sus últimos días con una jovencita de 20 años, a la muchacha que se va de su casa con su impermeable amarillo, a la libertad de vagabundear, al barquito de papel de la infancia y al quijote que recorre La Mancha y a pesar de estar vetado en distintos medios de comunicación españoles fue un éxito que ocupó los primeros lugares de la cartelera de aquel año en España.
En América latina también fue un éxito que terminó de impulsar su carrera de este lado del charco, al punto que sus giras por América se repetían cada año durante las décadas siguientes y en no pocos países lo reciben hasta hoy como uno de los suyos.
Quizás porque medio siglo después “nuestra niñez sigue jugando en esa playa” – sin importar si es La Barceloneta, La Concha, el malecón de Pocitos, Valparaiso, El Callao, Puerto la Cruz, El Yaque o Acapulco- estas canciones siguen estableciendo conexiones con públicos muy diferentes.
La obra de un Serrat de 27 años, pleno de sus capacidades, y con un equipo a su alrededor que enriqueció el resultado final (los arreglos de Calderón son sin duda muy buenos) no solo ha resistido el paso del tiempo, los cambios en los gustos y las modas pasajeras, sino que ha sabido madurar, para quedar como un legado para futuras generaciones: 50 años hace, como si nada.