LA GESTIÓN DE LAS EMOCIONES EN LA SOCIEDAD ACTUAL

Madrid, España.

El otro día, mientras realizaba una de mis sesiones de running, escuché en un podcast un término lingüístico que me dejó prendada. El citado término está conformado por tan solo dos palabras, dos, y define de una forma clara, concreta y concisa lo que la sociedad es para mi hoy en día.

Vamos a la escuela desde pequeños, aprendemos matemáticas, biología y lengua, la tabla periódica y los ríos más importantes del mundo. Nos enseñan a leer, a recitar y a calcular, pero… ¿quién nos enseña a gestionar nuestras emociones? Perdón, ¿has dicho emociones? ¿Qué es eso?

Frustración, angustia, ira, vergüenza, miedo, alegría, sorpresa, asco, incertidumbre, dolor, y una lista infinita de eso que recorre nuestra mente a diario. Y si convivimos con ellas a diario, ¿por qué no le damos la importancia que se merece?

De repente, llega a nuestras vidas una pandemia, una situación completamente desconocida, rara, imprevisible, incontrolable, desconcertante, que nos obliga a encerrarnos en casa y a mantenernos durante meses aislados de nuestros seres queridos. Nos deja sin trabajo, pone en peligro nuestra salud, y en el peor de los casos nos hace perder familiares y amigos. Y, ¿cómo afrontamos todo eso? ¿En qué escuela se enseña? La respuesta es simple: EN NINGUNA.

Nadie se da cuenta de que no necesitamos un “Black Friday” o un “Cyber Monday” para restablecer nuestro equilibrio emocional. Comprarte un reloj nuevo o esas zapatillas que tanto estás deseando son solo un parche, placentero sí, pero efímero. Somos una sociedad que no se preocupa de su bienestar emocional, si no duele físicamente, si no hay un hueso roto o una infección en una muela parece que no importa. No hay forma de que la gente se preocupe por ir al psicólogo y aprenda a gestionar sus miedos, y lo que es aún peor, no hay forma de darle a la educación/enseñanza emocional la importancia que merece.

Necesitamos dar un espacio mucho mayor a las emociones en las aulas, en las casas, en las escuelas y en los institutos, en las residencias de mayores, en los hospitales y en nuestros puestos de trabajo.  Tenemos que darles a nuestros niños y a nuestros mayores herramientas para expresar sus sentimientos, para conocer y manejar sus emociones, y como no todos nacemos sabiendo, dejémonos ayudar, busquemos a quien pueda enseñar a nuestros hijos y aprendamos nosotros también.

Por favor, dejemos de ser unos ANALFABETOS EMOCIONALES.

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