Ourense, Galicia-España.
En España últimamente se ha hablado de la violencia vicaria, a raíz del secuestro de dos niñas en Tenerife por parte del padre, y el terrible desenlace que ha tenido al encontrar el cuerpo de una de ellas en el fondo del mar. La violencia vicaria se produce cuando una persona ataca a otra con el objetivo de causar dolor a una tercera persona.
En el trasfondo de estas situaciones se mantiene la cultura patriarcal y machista que arrastramos desde tiempos inmemoriales. Eso hace más fácil que el varón dé por sentado su posición de superioridad sobre la mujer manteniendo las actitudes que cronifican la desigualdad, el no reconocimiento de los mismos derechos para unas que para otros, los privilegios de los hombres sobre las mujeres, y el control. El control que ejerce el hombre machista sobre todo lo que se refiere a la mujer y que se relaciona directamente con esa percepción de que le pertenece.
En relaciones de pareja que no están basadas en el respeto mutuo, fácilmente las desigualdades entre sus miembros se agrandan a lo largo del tiempo, si no se reconocen y se les pone remedio. De hecho, una de las grandes dificultades para prevenir la violencia machista es que no se identifican los micromachismos, esos comportamientos diarios aceptados y naturalizados, que mantienen al hombre en un plano de superioridad frente a la mujer. A lo largo del tiempo juntos se afianzan los mecanismos de control, se coartan las libertades y se ejerce la violencia en un contexto de “normalidad”.
Y cuando vienen mal dadas, y la mujer quiere desvincularse del hombre, aparece la peor cara del patriarcado, de esa masculinidad mal entendida, con consecuencias muchas veces graves, y algunas veces irreversibles como lo sucedido en Tenerife.
En una relación igualitaria, las separaciones son dolorosas y pueden ser traumáticas, pero ambas partes terminan asumiendo los cambios, reconociendo la decisión de uno de sus miembros de finalizar con el vínculo afectivo como pareja.
Desde mi experiencia, se hace necesario trabajar un concepto tan básico como el respeto, con todo lo que supone: qué actitudes son de respeto, y cuales no; saber que en aras de la amistad o del amor no caben comportamientos abusivos; saber que, precisamente cuando existen vínculos afectivos muy fuertes, se complica la identificación de actitudes violentas. Y saber que reconocer hoy los pequeños gestos de violencia sutil y ponerles freno, nos permitirá tomar mejores decisiones sobre con quién quiero pasar el tiempo de mi vida.
Estoy completamente de acuerdo y creo firmemente que este tema debería constituir una asignatura por si sola y empezar más temprano que tarde a enseñarla desde los primeros cursos de escuela.