EL INFINITO INTERIOR DEL CENTRO DE LA CIUDAD DE MÉXICO (CDMX)

Toluca, Mexico.

Internarse al centro de una de las metrópolis más grandes del mundo, la capital más antigua de América, es como caer por la infinita lente de un microscopio, donde descubrirás mundos desconocidos y fascinantes que parecen no tener fin.

“El telescopio empequeñece el universo y el microscopio lo agranda.”

Gilbert Keith Cherteston, escritor y periodista británico.

 

Nunca antes había trabajado en el centro de la Cd. de México, antes de llegar pensé que sería una molestia asistir a un sitio tan congestionado. Como es difícil y caro conseguir estacionamiento en el centro, decidí viajar en Metro.

Al salir de la estación “Allende” por la puerta de la calle de Motolinía cerrada al tránsito vehicular, el impacto fue brutal, la mañana era fresca y el sol iluminaba profusamente las edificaciones en lo alto, pero a pie de calle la sombra es acogedora.

Al bullicio de la gente caminando a toda velocidad para llegar a tiempo a la oficina le convivía un mundo paralelo de aquellos relajados comerciantes, empleados ya en funciones y otros cientos de transeúntes que vagaban entre los puestos en vía pública o consumían alguno de los cientos de platillos de comida rápida de la gastronomía callejera mexicana y, dominando el bullicio, una orquesta de músicos callejeros ponía un ambiente festivo que me hizo olvidar la prisa enfermiza con que uno se dirige al trabajo sin compromiso alguno que lo amerite. Inmediatamente tomé partido, sin pensar demasiado decidí formar parte del grupo de los paseantes y con esta decisión convertí mi viaje cotidiano a la oficina en un placer que trataré de describir.

El centro histórico de CDMX es un museo de obras de arte en cantera, piedra volcánica, hierro y madera; sus puertas, balcones y edificaciones demuestran la riqueza de la colonia española y compiten con monumentos de la época de oro de la economía mexicana postrevolucionaria, como muchas otras ciudades europeas sí, pero con mexicanos.

Los mexicanos somos golosos, nos gusta comer bien y en el centro la oferta culinaria es impresionante. Cada cuadra, cada manzana tiene decenas de opciones y en el corto espacio de algunas cuadras se puede satisfacer casi cualquier antojo, por exótico que sea, claro está “a la mexicana”.

Pero el centro no es sólo comida, las grandes cuadras de trazado colonial tienen en sus entrañas gran cantidad de pasajes con toda clase de comercios, que suelen concentrarse por especialidades como se hacía antaño en los barrios de artesanos y estos son apenas la puerta de entrada al infinito de apartamentos repletos de servicios de todo tipo hasta lo increíble.

Lo mismo encontrarás quien te lea la mano, al que restaure tu fotografía antigua o juguete de la infancia, que al que repare tu pluma fuente, cámara o cualquier otro artefacto que la tecnología haya sido capaz de crear, no importa si es moderno o antiguo. Hay talleres de restauración de niños Dios, otros que los visten, quien te tatúe a Lucifer y quien te haga una “limpia”.

Tras años de laborar en el centro, tuve que abandonar mi oficina de Venustiano Carranza esquina con Isabel la Católica por daños a causa del sismo de 1985, pero durante mi estancia disfruté mucho la vida como habitante del centro de la ciudad. Aproveché para arribar por todas y cada una de las estaciones de Metro alrededor de la oficina, caminé todas las rutas posibles para llegar de ellas a mi lugar de trabajo.

Me perdí en sus museos, festejé en sus cantinas y me reconforté al interior de sus templos. Conocí gran cantidad de lugares para comer, desde el famoso Prendes y el Casino español, hasta los tacos de canasta que se ponían a la puerta de pasajes infernales. Y tuve la oportunidad de internarme en las entrañas de aquellos viejos edificios para conocer el infinito de la oferta de lo que se te ocurra en sus vetustos apartamentos.

A pesar del glamour de las oficinas corporativas, a pesar de la apacible vista de la naturaleza, nunca disfrute más de un entorno como el exuberante y maravilloso centro histórico de la Cd. de México. Visítalo, pero no te quedes al margen de su inmensidad interior.

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